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viernes, 25 de febrero de 2011

¿Dónde están lo parámetros de riqueza de la Red?

Hace dos días, en el XIII Encuentro del sector de las TIC organizado por APD y en el que se abordó la estrategia digital española, el ponente de Ericsson, Ingemar Naeve, puso el dedo en la llaga, al señalar el bluff de las estadísticas de la red. ¿Qué porcentaje se dedica al ocio y cual a la generación de valor añadido?.

¿No estaremos perdiendo el tren y la cabeza, a la hora de manifestar nuestro entusiasmo, con crecimientos que nada aportan al desarrollo sostenible del sector y de la economía en general?. Abramos a la discusión pública, los efectos positivos que tendría una sociedad plenamente incorporada a la sociedad de la Información y no solo del ocio.

¿Quién está interesado en retrasar la plena incorporación social en el uso de las capacidades de las TIC?. No vale hablar de la modernización de las administraciones cuando el resultado, endogámico, no se refleja en su relación con el administrado. Ejemplos como del DNI electrónico, sobran para decir que el interés político está en …..........Que aburrimiento, siempre están en el mismo sitio¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

¿Qué es más nefasto el gap tecnológico/educacional o el de la renta? ¿Cómo se relaciona y se perpetúa el uno por el otro? Es fácil en este punto hablar del despilfarro de un país que rechaza el esfuerzo, el conocimiento, la responsabilidad y el riesgo empresarial y que tiene en sus representantes políticos el paradigma de estos males.

Sin capital humano, homologable en conocimiento, formación y experiencia, a los países más avanzados, la recuperación no es posible. La falta de cultura TIC y el bajo nivel de oportunidades de investigación, desarrollo y experiencia profesional en nuestra sociedad, es la mayor dificultad para que España salga de la crisis y para que el sector TIC tenga personalidad propia.

No soy ajeno a la necesidad de tapar las deudas producidas por las juergas y estafas (eso es lo que son los productos financieros sin valor intrínseco - el tocomocho) del sector financiero, pero el futuro no está en salvar los pelotazos de los responsables de ese descalabro, sino en apostar por los motores del desarrollo.

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